Mirarte en el espejo y no ver más allá de lo que tienes delante.
Una imagen se refleja al otro lado del cristal. Sabes que eres tú porque esa persona hace lo mismo al mismo tiempo. Tiene la misma cara, el mismo color de pelo, la misma silueta. Cierras los ojos y al abrirlos, te devuelven la mirada. Pero sabes que no es la misma chica. Algo falla. Es una mirada fría, hueca, vacía. No ves el brillo que solías tener.
Qué bobería. Claro que eres tú. Te echas el pelo para atrás y coges el lápiz de ojos. Empiezas. Vuelves a mirarte y, definitivamente, no hay cosa que el maquillaje no consiga ocultar. Superficialmente pintados, los sentimientos quedan camuflados, para luego ser derribados por el alcohol. Y a la más mínima señal de vida, otro golpe que los adormezca un poco más.
Y otro día sin más, pasa. Sin nada que merezca la pena recordar.
Una imagen se refleja al otro lado del cristal. Sabes que eres tú porque esa persona hace lo mismo al mismo tiempo. Tiene la misma cara, el mismo color de pelo, la misma silueta. Cierras los ojos y al abrirlos, te devuelven la mirada. Pero sabes que no es la misma chica. Algo falla. Es una mirada fría, hueca, vacía. No ves el brillo que solías tener.
Qué bobería. Claro que eres tú. Te echas el pelo para atrás y coges el lápiz de ojos. Empiezas. Vuelves a mirarte y, definitivamente, no hay cosa que el maquillaje no consiga ocultar. Superficialmente pintados, los sentimientos quedan camuflados, para luego ser derribados por el alcohol. Y a la más mínima señal de vida, otro golpe que los adormezca un poco más.
Y otro día sin más, pasa. Sin nada que merezca la pena recordar.
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